Replegado en sí mismo, sin volcarse,
acorazado siempre y siempre inerme,
está mi corazón que no se aduerme
entre el miedo a tomar y el de entregarse.
Miedo de dar y miedo de no darse,
miedo de no tener y de tenerme,
miedo de hallar y miedo de perderme,
miedo de arder y miedo de quemarse.
Tembloroso puñado de terrores:
huyendo de fantasmas agresores
su soledad transita la alta niebla
y entre mis manos crece su gemido,
su exasperado celo y su latido:
miedo a su luz y horror de su tiniebla.
Julia Prilutzky Farny
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